dijous, 28 d’agost del 2008

El caballero oscuro

Aclamada y vitoreada por público y crítica nos llega esta nueva entrega de Batman de Christopher Nolan. Superando el éxito comercial de Batman begins y siendo una de las más taquilleras de la historia.

La película no defraudará a todos los que les gustó Batman begins, y yo me siento incapaz de decir cuál de las dos es mejor, pues la primera me sorprendió más porque no sabía que esperar, y esta es una continuación en la misma línea realista del universo del murciélago.

El guión, escrito por el propio Nolan junto a su hermano tiene la virtud de que no hay ninguna escena baladí, incluso cuando creemos que algún tema está cerrado, lo vuelve a usar más adelante favorecer y cohesionar el argumento. Es un recurso aparentemente fácil, pero bien utilizado resulta muy efectivo. Personalmente me gusta el detalle del tipo que descubre la identidad de Batman y pretende chantajearlo a través de Lucius Fox, este zanja perfectamente el tema. Pero, hacia el final de la película vuelve a salir este personaje que ya habíamos olvidado para una nueva secuencia en la que El Joker consigue amenazar a la ciudad y Bruce Wayne convence al chantajista de su bondad. También vemos usar el mismo recurso, con la idea de un teléfono móvil con radar que Lucius Fox deja en el edificio del mafioso chino utilizado al final de la película para crear un radar que rastrea toda la ciudad, que viene a ser el Oráculo del cómic.

Como único defecto de la película está algunas lagunas en el guión, pero las olvido y perdono perfectamente porque sirven para el avance de la película. Como dejar al Joker encerrado en la prisión con un policía dentro vigilando, facilitando su fuga. O que la amenaza de cortar los puentes y carreteras de Gotham provoque tan casualmente que llenen un ferry lleno de convictos, cuando lo más fácil hubiese sido poner más seguridad en la cárcel y no moverlos de allí.

Aunque esto sirve para mostrar una de las múltiples metáforas que nos muestra la película. Mientras en un ferry lleno de correctos ciudadanos deciden por democracia votar a favor de matar a los convictos, pero nadie se atreve a realizar lo decidido democráticamente, en el de los convictos, por dictadura del más fuerte se decide no matar a nadie.

De lo más destacado de la película está la interpretación que Heath Ledger hace de El Joker. No sabemos si los premios que conseguirá serán gracias a su muerte o al haber creado a un personaje tan distinto al que creó Jack Nicholson. Pero tanto su interpretación como la definición que da del personaje el guión, hace que este se convierta en la estrella de la película. Así como en la película de Tim Burton el origen del personaje quedaba bien definido, aquí es todo lo contrario y se crea un misterio que nadie sabe resolver. Además sirve como utilización de una broma recurrente a lo largo de la película en la que El Joker le cuenta a cada persona su origen de un modo distinto. También es impactante su primera aparición ante los mafiosos, con un truco de magia gore con un lápiz, y cómo se burla en la cara de ellos a cada momento.

El otro villano de la función, Dos caras, en el que vemos perfectamente todo el proceso de creación del personaje. Tanto el trasfondo del personaje como su creación visual, deja como una broma de mal gusto al Dos Caras que interpretó Tommy Lee Jones en Batman forever.

Más de dos horas y media de película que se me pasaron volando, y una de esas películas en las que apetece reflexionar sobre ella y volverla a ver para captar más matices, demostrando que se puede hacer películas de acción entretenidas pero con contenido.

Lluís Alba

Bangkok Dangerous

Remake de los hermanos Pang de la peli del mismo título que ya dirigieron y escribieron en 1999.

Aunque este no es precisamente un remake como la idea que tiene Michael Haneke, pues difiere bastante al original. En general por meter con calzador a Nicolas Cage en la película.

La peli original no es que fuera de lo mejor del cine asiático de acción, pero se podía ver. Y era interesante ver como el protagonista era un sordomudo que era uno de los mejores asesinos a sueldo.

Por desgracia, una superestrella como Nicolas Cage que ya no quiere salir siendo lo que es: calvo, tampoco quiere salir menguado haciendo de sordomudo. Dejando ese rol a la novia farmacéutica.

En general es una hora y pico en la que cuesta mantener la atención de la película por estar más pendiente del reloj. Y en la que no te crees que un asesino presentado como despiadado y sin escrúpulos acabe cambiando por conocer a una farmacéutica sordomuda y a un simpático ladronzuelo.

Lluís Alba

Nevando voy

Es fácil adoptar una actitud paternalista ante una película como Nevando voy. No en vano nos encontramos ante una película pequeña, sus directoras, la argentina Candela Figueira y la navarra Maitena Muruzábal, contaron con un presupuesto de 15.000 euros (El caballero oscuro de Christopher Nolan ha costado unos 180 millones de euros, para que os hagáis una idea) recogidos a base de romper hucha y pedir a todo el que se ponía delante. Además gran parte de sus actores son no profesionales. Por todo ello, ¿no es una tentación mirar el proyecto con una simpatía anticipada? Empieza la proyección: El sonido y la calidad de imagen señalan un posible desastre pero, a los pocos minutos, te das cuenta de que, por encima de todo, Nevando voy tiene algo que decir y sabe cómo hacerlo.

La historia narra como dos nuevas trabajadoras entran como refuerzo en una fría fábrica de cadenas para coches, ETT mediante. La duración de su trabajo allí dependerá de que el temporal y la nieve continúen. Durante ese tiempo las dos mujeres revolucionarán el funcionamiento de la empresa. Para ello la película cuenta con la lucidez interpretativa de 4 actores desconocidos hasta ahora (al menos para mi): Maiken Beitia , Laura De Pedro , José María Asín y David Larrea que soportan el peso de la historia.

Nevando voy, digámoslo ya, es una de las sorpresas más agradables del año. De alguna manera provoca sensaciones similares a las que cierto día provocara la extraordinaria Smoking Room. Y es que la película de Wallovits y Gual, además de ser también un proyecto personal y contar con un bajo presupuesto, destilaba incomodidad, ironía, acidez, crítica… en definitiva tenía discurso. Lo que nos recuerda que la forma es importante en esto del cine, pero no tanto. Es decir, no necesitamos unos personajes solamente para contar algo, sino que necesitas una historia que contar para decir algo, para ello usas a los personajes. Esto, que quizá parece enrevesado, lo entienden (y lo aplican) a la perfección Figueira y Muruzábal igual que ya lo hicieran Wallovits y Gual anteriormente. Ambas películas extraen de la historia de un número reducido de personajes una reflexión global (principalmente) sobre el mundo laboral. El mérito de la historia es transformar la anécdota local en una reflexión casi política de lo que Marx llamaría “la alienación del hombre” en pleno siglo XXI. En definitiva, Nevando voy, se atreve a contar lo que pasa en las empresas, ya sea una fábrica de cadenas o una central de alarmas, donde millones de personas malgastan su talento y su salud hoy en España. Para ello es clave el simbolismo, lleno de matices, de los cuatro personajes principales: La cobardía, el entusiasmo, la resignación, el conformismo, el miedo… Porque la mayor denuncia de la película es mostrar una violencia que nadie se atreve a definir como tal. Una violencia institucionalizada, subterránea, constante, alienante. La violencia de las empresas, la coacción al trabajador y la respuesta de éste, una respuesta sumisa y miedosa que “lo jode todo” como dice Ángela, la protagonista, cuando ve que de nada han valido sus esfuerzos.

Ganadora del Premio del Público en el Festival de Valladolid, seguro que oiréis hablar de ella en los próximos Goya.

Alex Martínez Ruano

Hellion, el ángel caído

Nueva película de terror con niño diabólico. A priori nada original.

Salvo el argumento, disfrazado de thriller de género negro, en la que unos secuestradores se llevan a un niño rico a una cabaña perdida en medio de una montaña nevada. Una vez allí veremos que las víctimas serán los secuestradores.

Las primeras tres cuartas partes de la película se dejan ver, aunque el director abuse un poco de los efectos clásicos de sustos, supongo que es algo difícil de evitar en este tipo de producciones. Hay momentos impactantes, cuando vemos al niño vacilando a uno de los secuestradores (Michael Rooker, mítico por Henry, retrato de un asesino) por primera vez haciendo dibujos de lo que va a pasar. En general vamos viendo con interés cómo un niño se burla en la cara de unos secuestradores y utiliza su pasado para manipularlos. Susurrando, como el título original indica, obliga a hacer a los demás lo que él quiere.

Hacia el final pierde un poco el fuelle (que no era mucho), y vemos que había una fácil manera de evitar los ataques de un niño que parecía omnipotente hasta ese momento. Nos creemos ese final para que haya un happy ending y nos vamos contentos a casa.

Con esta película se demuestra que les cuesta mucho a estrellas televisivas encontrar buenos films cinematográficos. Aunque esta vez Josh Holloway (el Sawyer de Perdidos) ha tenido más suerte que su compañero, Matthew Fox en ese intento de película que era En el punto de mira. Y Sarah Wayne Callies sigue, igual que en Prision Break, usando una sola expresión para todas las escenas.

Lluís Alba